miércoles, 11 de mayo de 2011

Por qué será que me importa

Hay una sentencia popular que reza que sólo los maniáticos no dudan. ¿Será por eso que resultan más divertidos que muchos de los que por dudar o andar a tientas no resultan tan amenos de seguir, los llamados «seres racionales»?
Los hombres y las mujeres que pueblan estos cuentos, relatos y obras de teatro, buscan con firmeza una solución a ojos vista imposible para conflictos que aparentan carecer de salida. Son personajes que desoyen advertencias, no prestan atención a las señales, van seguros por la vida, caminando un mundo que ante los ojos de cualquiera parece desmoronarse, menos para ellos, que de tan ensimismados en sus pequeñas batallas lo sostienen, a fuerza de perseverancia.
Alguien dijo alguna vez que dos ajedrecistas compenetrados en su contienda no hacen más que salvar al mundo, sin saberlo. De eso se encargan, sin siquiera sospecharlo, estos seres, preocupados por fantasmas, recuerdos que se hacen tan claros que dejan de ser eso, recuerdos, para pasar a ser vivencias que se repiten, que vuelven, esta vez para cambiarlo todo. Con soltura y a veces hasta con frenesí, los corazones que palpitan en Por qué será que me importa nos llevan a conocer delirios y aventuras desventuradas; nos hacen reflexionar sobre cómo estamos llevando adelante nuestra vida, mientras nos lleva, con un riesgo que sólo sentimos nosotros, o sea con vértigo, por un paisaje a veces inhóspito, pero siempre interesante. Como esa rara cualidad de la locura.

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