domingo, 15 de mayo de 2011

El Mallín



Es una novela de estructura compleja que puede y debe leerse en distintos niveles, es muchos viajes a la vez. Hay, para empezar, un viaje en el espacio, por la provincia de Córdoba que es sólo a medias la Córdoba real; hay un viaje en el tiempo, por un pasado reciente hacia el que la página inicial nos retrotrae luego de ofrecernos la visión de un futuro muy lejano y atroz; hay un viaje por la intimidad de los diversos personajes, que la imaginación siempre alerta de María de los Ángeles Rojas sabe crear; hay un viaje hacia ciertos aspectos turbios de nuestra historia nacional. Cada lector, cada pasajero de "El Mallín" preferirá uno u otro de estos viajes; cada viajero, como es natural, vuelve con su propia cosecha de imágenes, de impresiones, de recuerdos, cuando no de zozobras, de asombros y de miedos, lo que es perfectamente legítimo.

Ya desde la tapa, "El Mallín" se nos acerca con un enigma; con un doble enigma, se podría decir. La ilustración nos muestra a una mujer de espaldas, sumida en la contemplación de un paisaje desolado en que las aguas aparentemente apacibles de un lago reflejan, dando mayor impresión de realidad que la realidad misma, un sol frío y montañas lejanas. El título es el segundo enigma, aunque la autora, con bienvenida gentileza, nos aclara en una página preliminar que un mallín es un lago subterráneo. Muy bien. Con esto creemos entender ya un poco. Pero atención: es una trampa que nos tiende María de los Ángeles Rojas. Un lago subterráneo, sí. ¿Y una mujer subterránea? ¿Un sol subterráneo? De esta constatación nace una sospecha, y pronto nos encontramos pensando en las aguas del olvido.

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